jueves, 3 de enero de 2013

PEQUENAS COSAS


Heddel Cordero

Valorar las pequeñas cosas es una facultad que Dios nos da, pero que sólo descubrimos cuando el asombro nos sorprende.
Podemos cruzar varias veces al día por el malecón de la capital y jamás reparar en el “incansable vaivén de las olas” que nos brinda su rabioso espectáculo en el litoral de su frenética cadencia.
Raras veces asistimos a esos breves eventos que alegran el alma fugazmente.
La sensibilidad del hombre es la sensibilidad de Dios.
Hay sobre la tierra una gran cantidad de deleites sin cover, sin estridencia,  sin arrugas sociales, sin protocolos, sin vestimentas. Son esas pequeñas cosas que sólo están ahí esperándonos para que las veamos en la plenitud de su mansa y natural desnudez.
El tibio abrazo de un abuelo cariñoso, la brisa que “suapea” nuestro rostro una mañana cualquiera, esa palabra oportuna que alienta y hace eterna y alegre la amistad, la palmadita de consuelo en la espalda de una pena, en fin, toda esa gratuidad de ternura y amor que nos asemeja a Dios , han sido concebidas para regocijo de nuestra contemplación.
Dice Hermann Hesse que todas las cosas poseen una faceta bella, aun las cosas feas o desprovistas de interés,  sólo hace falta saber mirar.
El mundo es un espectáculo gratuito que no debemos dejar escapar, continúa diciendo.
Hermann Hesse recomienda “Vivir cada día el máximo posible de pequeñas alegrías y reservar los goces mayores y más fatigosos para los días solemnes y los buenos momentos.
Señala este gigante del pensamiento que son las pequeñas alegrías, y no las grandes, las que nos sirven para el descanso, la liberación y el relajamiento de cada día.
Propugno por una agenda que incluya el deleite y el placer por esas “pequeñas alegrías” creadas por Dios para el disfrute pleno de sus hijos.
Propugno por una sociedad que frene su galope desbocado y se detenga a contemplar las instancias inéditas de cada día.

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