Harold Priego
Por Benjamín García
La parca, con esa pasmosa naturalidad con que a veces actúa, nos ha sorprendido a todos llevándose sin preguntar una parte del alma nacional. Porque Harold Priego ya no era solo de Diario Libre, Hoy o el Listín, era parte de todos. De cada uno de nosotros que cada mañana buscaba en una caricatura hilarante y genial la síntesis humorística de los mas serios problemas nacionales.
Fino observador con ojo de sociólogo clínico, tenía la capacidad de desentrañar, en un luminoso arrebato, la mas fiel expresión de cuanto somos como colectivo social o como anónimos y sufridos ciudadanos de tercera. De los políticos sus miserias, de la política sus derrotas y de cuando en vez sus victorias. Del peatón sus miedos y del maltratado sus destempladas ilusiones.
Diógenes recorre La calle El Conde frisado en una época llena de epopeyas brillantes, de arrojadas utopías, de luchas tenaces por la libertad y la dignidad. Teórico fracasado pero con aguda sabiduría, enfrentaba diario a Boquechivo, ese vecino del barrio olvidado de la justicia, sin formación pero con alma noble, y de esa contienda verbal Harold extraía la esencia del ser dominicano. Por eso desde hace tiempo ya, es una referencia obligada no solo como caricaturista, también como una opinión de peso en la discusión de la problemática nacional.
Estos dos personajes fundamentales estaban apoyados por otros, extraídos del accionar político y la burocracia estatal, de la miseria del poder y sus oscuras galerías. Tulio Turpen, funcionario a veces de tercera pero con influencia y presupuesto que manejar, llega a su posición con más ínfula de enviado divino que de servidor social y desde allí deja ver su enagua, abandona hasta su familia y surca en las necesidades mismas desde donde extrae un trofeo: La Yuleidy, una chica de naturaleza agraciada pero de pocos atributos morales, que se quedará con parte de su sueldo y un tanto más del presupuesto del Ministerio.
Y así repasa la fauna nacional, ese santuario de zorros y buitres de gran viveza, pero también el entramado moral de las más inspiradas aspiraciones del dominicano común. Por eso hoy el humor está de luto, el periodismo, la comunicación en sentido general. No sabemos cómo serán nuestras mañanas a partir de ahora. Quizás preguntar al leer los titulares… ¿Y cómo lo dirían Diógenes y Boquechivo?
Creo, sin ánimo de exagerar, que ahora somos un “chin” más pobres. Nos quedamos sin ese retrato sencillo de la cotidianidad, sin esa nota graciosa y llena de sabiduría. Nos faltará la referencia para el chiste de la tarde, y ahora muchos de los personajes de la vida política echarán de menos verse caricaturizado por este genio del cómics. Como también ya no tendremos esa imagen caricaturesca del odiado funcionario con la cual mofarnos.
Al faltar en el altar del diarismo nacional estos personajes también faltará una parte del alma nacional. Sin dudas.
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