martes, 18 de diciembre de 2012

LA PALABRA CUENTA


 Por Benjamín García
Emplazando el futuro

Los ciclos en el calendario tienen de bueno la posibilidad de permitir la evaluación de las jornadas.  La conclusión de un periodo induce a la observación de los resultados, el fiel cumplimiento de los objetivos trazados, el camino recorrido y finalmente si hemos logrado lo perseguido, si se ha alcanzado la meta.  Tanto en el plano material laboral, como en el espiritual y emocional.
Qué se tenía antes y con cuánto contamos ahora.  Cuáles alforjas se han llenado, cuáles permanecen vacías y revisar aquellas cuyo contenido ha menguado.  Los factores internos y externos que han incidido en el resultado. El control logrado sobre algunos de ellos y cómo otros dominan.  Si ha sido determinante el azar o por el contrario, han primado las causas.  Es decir qué tanto es producto simple de la casualidad y cuánto ha devenido en función de las acciones en busca de resultados.
 Cada noche es una oportunidad.  Al concluir el día es importante revisar incluso las conversaciones, lo dicho en cada momento, el tono, la intención y sobre todo a quién.  Las acciones que despejaron el camino y las actitudes que impidieron el avance. Lo ganado, lo perdido, lo empezado, lo concluido. Revisar entonces las razones de vida para el siguiente día.
Así las semanas, los meses, los años, cada final debemos enfrentarnos al juicio personal, con toda la crudeza posible, sin cortapisas, siendo honestos hasta rabiar, sin temer el sangrado de las heridas, incluso que otras nuevas se produzcan.  Mordaz, incisivo, determinista.  Volver a tomar decisiones, descartar las rutas inseguras y cuando sea imposible  alejarse de ellas, tomar todas las precauciones necesarias.
No temer a las tempestades, la naturaleza las impone como una manera de fortalecer los espíritus, como hace el guitarrista con las cuerdas de la guitarra sometiéndola a tensión para obtener un mejor sonido, o el artesano con el barro cuando lo somete al fuego o el alfarero al golpear el metal.  Reconocer cuánto has logrado aprender de esos momentos difíciles, si las lecciones fueron captadas y te prepararon para otra prueba similar. 
Entonces, verificar los balances, las cuentas en positivo cuidarlas, las que han quedado en rojo empezar a hacer el esfuerzo por equilibrarlas y aquellas que han permanecido igual re-evaluarlas con la misma crudeza de las rojas, porque esos equilibrios suelen ser peligrosos de cara al futuro, al no crecer quedarán disminuida ante el desarrollo avasallante las demás.
Reevaluar las prioridades, reenfocar las inversiones si es necesario para no dar demás a aquello que menos aporta.  Los negocios se hacen para ganar y la vida ha de ser siempre ganancia. Por lo tanto, cuanto te resta debe ser descartado, un esfuerzo realizado en acciones sin beneficios reducirá posibilidades para lo verdaderamente importante.  Aunque haya momentos en los cuales sea necesario hacerlo, hemos de partir del estudio de factibilidad o de cuántas puertas abran a otros negocios.
Emplazar al futuro es el reto, asumirlo con entusiasmo, con entereza.  Hacerse consciente de la incidencia de nuestros pasos en el presente para la construcción de ese porvenir.  Aunque mucho deviene de factores impredecibles, el mayor control está en nuestras manos.  La responsabilidad recae sobre nuestros hombros, en la capacidad para tomar la decisión adecuada en cada momento. Visualizar con agudeza de águila la oportunidad y emprender el vuelo para atraparla. 

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