La República Dominicana está sumergida en la campaña electoral para la escogencia de un candidato presidencial. Los días finales de la campaña se han vuelto endomoniados. Hay acusaciones y contra acusaciones de las principales fuerzas políticas de la Nación. Liberales y convervadores parecen la misma cosa. Ya no hay respeto por nadie ni por nada. Lo principal se ha convertido en el deseo de tener a cualquier precio el poder político y económico que da la conducción del Estado. Lo que más llama la atención, en este proceso es la duda que sobre el proceso mismo de selección se ha sembrado. En vez de llenar de transparencia y fiabilidad a la Junta Central Electoral, el liderato político ha tomado el camino de poner en dudas que el tribunal de elecciones pueda jugar un buen papel de arbitro. El camino de la discución de los programas de gobierno no ha sido transitado, los partidos sólo se ac usan y contraacusan. Los sobresaltos por la permanencia en la militancia de las organizaciones ha sido otro de los asuntos que ha ocupado los lugares princiaples y se mantiene en el tramo final. Las encuestadoras, casi todas, dicen que el candidato a la reelección gana en primera vuelta, lo que es dudado por los opositores que advierten que habrá segunda vuelga en 45 días. Pero sea cual sea el resultado lo que parece estar claro en República Dominicana es que el sistema de partido perdió la moral. Ojala que estas elecciones pasen en la primera vuelta. El país tiene demasiadas dificultades para aguantar 45 días más de esta pela.
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